El Eterno Sacrificio de un Pueblo

“Y entonces llegó la guerra y el dolor se volvió común”

Durante el período comprendido entre 1917 y 1990 tuvo lugar en la Unión soviética una increíble paradoja. Dentro de un contexto de máxima dificultad, convulso y atroz, hubo de desarrollarse una de las vidas musicales más intentas y más productivas en el siglo XX. Grandes compositores, magníficos intérpretes han desplegado todo su talento a lo largo de estos setenta años en situaciones de peligro y precariedad, a menudo grotescos, pero siempre extremos.

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Dmitri Shostakovich

 

Dmitri Shostakovich nació en San Petersburgo en el año 1906. Once años más tarde, se iniciaba en la que fuera la Rusia zarista, un período de sufrimiento e inestabilidad para todo el pueblo ruso. Después de la opresión de la monarquía, las guerras napoleónicas y las sucesivas batallas libradas en el afán de defender la tierra de invasores, Rusia amanecía un 7 de noviembre de 1917 con la sola esperanza de redención. Y allí comenzó una etapa más de esclavitud. Y el desafío  se convirtió en un profundo dolor por el sacrificio de un ideal. El miedo a una muerte segura en el capo de batalla, se sumó al terror que produciría el desamparo e inquietud por los seres queridos. Una profunda tristeza llenó el corazón de un pueblo que veía cómo desaparecían los valores humanos ante la impotencia que una injusticia así podría generar al desconfiar incluso de sus propios gobernantes.

Shostakovich iniciaría la composición de su sinfonía, la número Ocho, en do menor, en el inicio de los años cuarenta. Fue estrenada en Moscú el 4 de Noviembre de 1943, aunque para muchos estudiosos de su obra, no está claro que esa fuese la tonalidad  en la que fue estructurada.

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Cuando el llamado formalismo musical aparece en el estado ruso, casi a raíz del estreno de la Octava Sinfonía de Shostakovich, es definido, como lo haría el compositor Serguei Prokofiev en un tono sarcástico y audaz como cualquier obra musical que no llega a comprenderse en la primera audición” Esa fue la causa por la que cientos de obras de otros tantos compositores, fueran prohibidas.

Y como consecuencia, todo ello desembocó en una controversia en la que los pacíficos optaron por resignarse ante la opresión y, por ende, someterse a una esclavitud de ideas y compromisos morales. Fue una reprobación frente a la incomprensión y ese desaliento tuvo su reflejo más evidente en la pérdida de la conciencia colectiva.

Es la cruel paradoja de un hombre sometido casi durante un vida al infierno de vivirla  sojuzgado.

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Shostakovich es el gran sufridor dentro del sistema opresor del aparato bolchevique. Representa la voz muda de un pueblo que, aún hoy, mantiene a pesar del tiempo transcurrido, heridas profundas abiertas producidas por las dos principales guerras que asolaron Europa en el siglo XX además de una revolución interna social y política que, casi al término de la Primera Guerra, dejó ahogada toda esperanza de éxito.

La revolución bolchevique no sólo consiguió alentar corazones, los llenó de ilusa alegría para vaciarlos en la nada. El drama de la guerra se prolongó años más tarde y no para liberar al pueblo de la tiranía de los zares, ahora eran otras fuerzas exteriores las que amenazaban el débil corazón de los oprimidos. La invasión nazi hizo temblar el suelo ruso.

IMG_3625Pero un día “La gente dejó de temer sus propias lágrimas” La música del compositor ruso habla entre las líneas del pentagrama de agonía y muerte. La Séptima de sus sinfonías retrata en un cuadro desolador, los horrores del nazismo. En la Octava vuelve hacia los albores de la revolución rusa y acusa a todos cuantos prometieron una nueva era de libertad. Sus notas están cargadas de ira y repulsa al partido comunista, por la deshonestidad de sus actos y el incumplimiento de sus promesas.

Shostakovich sufre y se lamenta años después en el estreno, cuando comenta “Cada nuevo éxito de la Octava es otro clavo en mi ataúd”

Soportó duras críticas por parte de algunos compositores soviéticos de su tiempo y la tacharon de demasiado cerebral, incluso fue acusado de “barajar las sonoridades al azar, con el ánimo de conseguir la aprobación de los que se llaman a si mismos estetas, desprovistos del más elemental buen gusto”

Lo cierto es que su música es atemporal. Tiene una gran carga expresiva y refleja fuertes sentimientos comprometidos y muy arraigados en el alma rusa, que estuvieron presentes tanto en los momentos de su creación, perviven ahora y prevalecerán en las generaciones futuras.

  

 “Cuando miro hacia atrás, no veo más que cenizas y cadáveres”

                                                               Dmitri Shostakovich.

 

María de Fraile. Julio de 2018.-

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